Existen varias creencias, a mi juicio, tan populares como erróneas en relación a las mal llamadas nuevas metodologías. La primera de ellas es que por sí sola constituyen la panacea de todos los males que afectan a una clase. La segunda de ellas es que son metodologías cómodas para el profesor (si te has pasado la clase sentado tranquilamente mientras tu alumnado hacía el trabajo, créeme: o eres muy experto en esta metodología o lo que estás haciendo pueden ser muchas cosas, pero no es aprendizaje cooperativo). La tercera es que, per se, esto le flipa al alumnado. Que tal cual les decimos que se sienten así y asá se meten de lleno en el trabajo y se motivan ellos solitos.

Yo cuando me dicen que el AC es una metodología cómoda en la que te puedes quedar sentao mientras los alumnos trabajan.

Después de muchos años trabajando así, puedo afirmar que, en cierto sentido, el alumnado puede ser bastante inmovilista. Y con cierta razón. Ellos están acostumbrados a trabajar de la misma manera desde pequeños y son reticentes a los cambios. O peor, puede que en Primaria los machacaran a proyectos y estén cansados, o que hayan tenido experiencias previas en AC con profesores que no vigilaban que todos cumplieran su parte, y estén hartos de tener que hacer el trabajo de sus compañeros. El caso es que una parte fundamental de trabajar en AC es explicárselo bien a los alumnos, desde el principio. Y así es como lo hago yo.

Haciendo teatro

Todos los profesores somos un poco actores, y el día que toca empezar a trabajar en AC yo le echo más teatro que nunca. Ese día suelo entrar en clase sin decir nada, dejarles que se sienten o que hablen mientras enciendo el ordenador y el proyector, abro mi blog de clase y entro en el post dedicado a Aprendizaje Cooperativo, dejando fija esta imagen:

Captura de pantalla de mi blog de clase desociales.es

Efectivamente, es una imagen de un videojuego.

Llegado este momento es cuestión de un minuto que los alumnos miren a la pantalla, se den codazos los unos a otros, se pregunten en voz alta si eso es el LOL, se sienten y me pregunten:

—Seño, ¿por qué has puesto eso en la pantalla?

—¿Es que vamos a jugar a videojuegos? —puede que pregunte alguno, esperanzado.

—No. Vamos a trabajar de una forma distinta a partir de hoy, pero antes… ¿Por qué pensáis que he elegido una imagen de un videojuego? ¿Habéis jugado alguna vez a World of Warcraft?

Explicar que todos somos necesarios a través de los videojuegos

Llegado este momento, tengo que reconocer que este es uno de los puntos que he de actualizar urgentemente de mi explicación, ya que, lamentablemente, mi alumnado no ha escuchado ni hablar de ese videojuego online en el que tanto mis amigos como yo echamos horas y horas durante la primera década de siglo. Qué se le va a hacer. No obstante podemos cambiarlo rápidamente por cualquier otro juego, como el más reciente Overwatch (aunque me temo que este tampoco lo han pilotado mucho) o uno que seguramente todos conocerán, Clash Royale.

El caso es que elijamos un juego que sepamos que conocen y les mola y adaptemos la siguiente introducción, que es la que yo suelo soltar mientras mis queridos pupilos me observan como si estuviera loca:

—Chicos, en un videojuego como World of Warcraft u Overwatch hay distintos tipos de personajes. Están los tanques, son personajes con mucha vida pero que hacen poco daño. Están los DPS, son personajes con poca armadura y vida, pero que si te cogen te destrozan. Y están los support, personajes encargados de ayudar o curar al resto. Cada uno de esos personajes necesita a los otros para tener éxito. Aunque tengas mucha armadura y vida, si te están dando tortazos y nadie mata al enemigo o te cura, tarde o temprano te matarán. Y aunque seas un crack matando, si nadie te protege y se lleva los ataques por ti, te va a ir regu. ¿Cierto?

Aquí me siguen mirando como si estuviera majara, pero muchos asienten, dándome la razón.

—El caso es que, cuando he jugado a estos videojuegos y he visto que la gente se escogía todos personajes molones, generalmente los que son buenos haciendo daño, ya sabía que mi grupo estaba destinado al fracaso. ¿Y sabéis por qué?

Con un poco de suerte, alguien aquí te contestará:

—Porque todos son necesarios, maestra.

—Efectivamente. ¿Y qué relación pensáis que tiene esto con la clase?

—Pues que aquí también somos todos importantes.

Y bingo. Se habrá hecho la magia.

Confeccionando los grupos

Aprovechamos ese momento de Todos Somos Importantes para reafirmar esa idea y pasar al momento de terminar de confeccionar los grupos (o darles las fichas, si has preferido hacerlos tú de forma manual). En mi caso, en el que suelo utilizar el método de columnas, este es el momento en el que les suelto el siguiente rollo:

—Chavales, vamos a empezar a trabajar en Aprendizaje Cooperativo. Vais a trabajar en grupos que vais a hacer vosotros según unas instrucciones que os voy a proporcionar yo. Ahora voy a poner en la pizarra cuatro columnas, del 1 al 4. En la columna 1 he colocado a los alumnos que van muy bien en mi asignatura y creo que podrían ayudaros al resto, y en la 4 a aquellos alumnos que creo que necesitáis más ayuda. En la columna 2 encontraréis alumnos que podrían estar en la 1 pero no me cabíais porque no había grupos suficientes, pero en el siguiente tema probablemente estéis en esa columna. Y en la 3, aquellos que vais bien pero os podéis beneficiar de que vuestros compañeros os ayuden.

Aquí aprovecho para meter la siguiente advertencia: no deben sentirse mal por ser clasificados en una columna u en otra porque solamente estamos hablando de la competencia en mi materia. No hablamos de buenos o malos alumnos, de tontos o de listos. Podemos ponerles un ejemplo que van a entender con toda seguridad: ”seguro que aquí hay alguien a quien se le dan mal las Matemáticas o la Historia, pero que sería un alumno 1 en Educación Física”. Para reforzar la idea, incluso añado una confesión personal: ”yo mismamente habría sido un 1 en Historia o en Lengua, pero me habrían puesto en la 3 o la 4 en clase de Mates o en Plástica”. El objetivo es que entiendan que no hay nada malo en ser clasificado en una columna o en otra, y que no deben sentirse mal por ello.

Desde mi experiencia, si se lo explicas así, no suele haber ningún problema. Los chavales, por regla general, suelen tomarse bien las cosas si se las explicas razonadamente y tratándoles con respeto.

Una vez nos hemos asegurado que entienden todo lo anterior, me giro y escribo las columnas en la pizarra. En este momento puede ser que algún alumno/a se queje de su asignación: basta explicárselo con tranquilidad y, de nuevo, lo suelen entender.

Ha llegado el momento de confeccionar al fin los grupos. Para ello, cada alumno 1 debe escoger, por orden, a sus compañeros de la columna del 2, del 3 y del 4. Generalmente yo lo voy haciendo por turnos: en el primer turno empieza eligiendo el alumno líder del primer grupo a su compañero de la columna 2; en el segundo turno el líder del último grupo empieza eligiendo al compañero de la columna 3. En el último turno, los alumnos de los grupos intermedios, que no han tenido ocasión de elegir los primeros, son los que empiezan.

Obviamente habrá alumnos que sean elegidos los últimos. Esto es algo que suelo dejar claro desde el principio, intentando quitarle hierro (”en el siguiente tema os elegirán antes, o los que sean elegidos los primeros serán los últimos la próxima vez que lo hagamos). En caso de tener algún caso delicado entre nuestro alumnado (un alumno que haya sufrido acoso, que tenga una relación complicada con sus compañeros, que se vea excluido o cualquier otra casuística) es conveniente intervenir previamente evitando una situación incómoda, de una forma que no provoque su malestar. En mi caso, lo que suelo hacer es decir en voz alta algo como ”Fulanito, como somos impares/como hay muchos compañeros que suelen faltar/cualquier otra excusa que consideréis creíble, a ti te voy a colocar de alumno satélite. Eso quiere decir que te voy a colocar de antemano en el grupo de X (escogemos el líder que más confianza nos dé) pero si necesito reforzar a otro grupo por lo que sea te enviaré a ti para ayudar. Es un papel muy importante, confío en ti”. Y Fulanito se queda tan contento y tú has evitado una situación muy delicada.

Y ya tenemos nuestros grupos confeccionados. En este instante, le doy una ficha de grupo en blanco a cada líder y le pido que agrupe a sus compañeros y se sienten en una parte del aula, girando dos mesas de tal forma que tengan cuatro pupitres encarados y puedan verse entre ellos. Esperad que haya varios minutos de revuelo, es completamente normal. Una vez se queden sentados, es momento de explicarles cómo funcionan los roles y la auténtica herramienta multiusos que es para mí la ficha de grupo.

Pero eso lo veremos en la siguiente entrega.

Guía práctica de aprendizaje cooperativo (III): Convenciendo a los alumnos