Hace tres semanas, empezando a preparar el material para impartir el último tema de 1º de la ESO, el Imperio romano, tuve uno de esos momentos de venirse muy arriba y decidí medio inventarme un juego de rol para impartir Roma. Tal decisión obedeció a un intento de dar solución a dos problemas, cada vez más acuciantes, en mis clases: la cantidad de alumnado que acudía diariamente sin material y la desmotivación y falta de implicación de algunos de mis alumnos, especialmente de un grupo en concreto.

Playmobil de romanos

El juego, como la mayoría de las experiencias de rol que llevo al aula, consiste en la elaboración de una ficha de PJ -que, si el calendario lo permite, se llevará a una aventura- en la que diariamente vamos rellenando los datos básicos del personaje y el trasfondo, siguiendo un proceso bastante sencillo:

  1. Presento el tema del día. Por ejemplo: la familia en Roma.
  2. Lo explico, con la ayuda de un esquema que se va haciendo en la pizarra y material de apoyo.
  3. Los chavales, en folios en blanco que les voy dando, elaboran sus propios apuntes. Según el día y la dificultad tengo que dictar más o menos, pero ya van adquiriendo cierta autonomía y soltura.
  4. Con la información que les he dado, y de forma guiada por mí, completan parte de la ficha. En este caso, describirían cómo es la familia a la que pertenecen, empezando por el nomen familiar y pasando a explicar su estructura, si son patricios o plebeyos, su lugar de residencia…

Para evitar que pierdan el material, he ideado un sistema tan efectivo como sencillo: cada tres o cuatro alumnos guardan su ficha y sus apuntes en folios en una carpeta de cartón (en mi centro habrá un centenar, imagino que provenientes de algún archivador antiguo), que tiene sus nombres en la portada y el del responsable de carpeta, que al inicio y al final de clase me la entrega. Yo las agrupo todas y las sujeto con una goma elástica. Muchísimo más rápido y sencillo que guardarlo en forros de plástico transparente como solía hacer hasta ahora.

De momento, la experiencia va mejor de lo que esperaba, pudiendo arrojar ya algunas conclusiones interesantes. La primera, es que se ha producido un ligero cambio en la forma en la que abordo el contenido de mis clases. Si de forma tradicional hubiera empezado por los contenidos clásicos (espacio geográfico, evolución histórica, sociedad, religión, arte…), explicar el tema a partir de la elaboración de una ficha de personaje me ha obligado, no solo a invertir el orden de algunos contenidos, sino a añadir nuevos que normalmente no suelo impartir. Así, antes de conocer a Julio César o a Augusto, mis criaturillas han aprendido primero de cuántas partes se componía el nombre romano y qué quería decir cada una de ellas; han profundizado en la sociedad y en la familia, y hemos hablado del papel de la mujer. Hemos sorteado quiénes de ellos son esclavos y quiénes patricios o plebeyos. Han formado sus propias “familias”, planteándose por iniciativa propia cuestiones como si los plebeyos podrían tener esclavos. En los próximos días, estudiaremos la evolución histórica y los dividiré por periodos, teniendo que comparar las formas de gobierno, los derechos de los plebeyos y la expansión territorial de los distintos períodos en los que sus personajes se desarrollan. Están viviendo Roma, más que estudiarla. Y esto mola mucho.

Además de cambiar la forma en la que yo misma planteo mis clases, ellos mismos están cambiando. Y es precisamente en esa clase, la clase en la que predominaba la apatía, la que me desesperó en el segundo trimestre, donde mejor se aprecian esos cambios. Ha pasado de ser un grupo apático a uno participativo y motivado. Ahora atienden (conscientes de que necesitan ese conocimiento para ir desarrollando a su personaje) y cuando diariamente repasamos de forma rápida la lección del día anterior, veo que han interiorizado mucho mejor los conceptos.

Pero lo mejor de todo es que, a medida que vamos adentrándonos en la civilización romana, están saliendo muchos pequeños debates que conectan el pasado con el presente. Así, resulta que hablar de la ciudadanía romana dio pie a una media hora de debate sobre nuestros derechos actuales y de ahí se pasó a hablar de las personas migrantes, con testimonios de algunos chavales que han nacido fuera de España o tienen sus orígenes en otros países. Al ver a la familia y la autoridad suprema del pater familias, estuvimos un rato charlando sobre la situación de los niños, la concepción de la infancia y el castigo físico.

Lo mejor de todo es que veo que se lo toman en serio. Que esos pequeños momentos de disgresión no se convierten en la típica charla moralina que les acaba aburriendo soberanamente, sino que son ellos mismos los que conectan los temas porque les interesa, los que debaten apoyándose en sus propias experiencias, y los que mandan callar a los compañeros/as que molestan porque no les dejan escuchar. Ellos toman el control de la disciplina del grupo, lo que está muy bien, porque para eso la clase es suya. Yo me limito a darles una información que ellos anotan, digieren y luego adaptan al personaje romano que están creando.

Y ahí seguimos, día tras día, adentrándonos en la civilización romana como el que descubre poco a poco un mundo fascinante. Es verdad, eso sí, que voy un poco más lento de lo habitual, sobre todo cuando surgen estos debates relacionados con situaciones del presente. Algunos dirán que estoy perdiendo tiempo de dar temario. Yo tengo claro que el tiempo, mientras se aprenda, nunca se pierde.

 

Una de romanos